Chicago campeón! De la mano del revolucionario Pablo Guede y un inoxidable Christian Gómez, venció a Colegiales en Munro ante una multitud de hinchas "neutrales" y, a una fecha del final, consiguió el título que lo devuelve a la BN. Hay fiesta en Mataderos.
Grite, cante, festeje: ¡Chicago es campeón! Ante una multitud de hinchas "neutrales", le ganó 1-0 a Colegiales en Munro y le puso el broche a un campañón que derivó en el título. Sí, sí, Chicago vuelve a la B Nacional. Y en Mataderos todo el año es carnaval.
El camino fue largo, sinuoso. Hubo momentos buenos y otros en los que las cosas no salieron como estaban planeadas. Pero Chicago nunca renunció a su juego y eso, en definitiva, fue lo que terminó dándole el premio. El salto de calidad, sin embargo, lo dio a partir de la llegada de Pablo Guede. El por entonces coordinador de las divisiones inferiores se hizo cargo del banco días después de que Mario Finarolli diera un paso al costado, dejando al equipo a la deriva a dos fechas del final de la primera rueda. Lo que en principio iba a ser un breve interinato terminó en una verdadera revolución: de la mano de Guede, Chicago se convirtió en el Che Guevara de la categoría.
El verso de que en la B no se puede jugar bien fue pisoteado una y otra vez por este equipo que se reconstruyó a partir del estilo de juego que pregona su entrenador. Estilo que adquirió en España cuando hizo el curso de técnico junto a quien hoy es su ayudante de campo, Damián Timpani, y al recientemente fallecido Tito Vilanova, ex entrenador del Barcelona y mano derecha de Pep Guardiola en el ciclo más exitoso de la historia del club catalán.
Esa amistad con Vilanova, con quien había hecho migas en la etapa que los encontró jugando juntos en el Elche, le dio la posibilidad de observar desde adentro los entrenamientos del mejor equipo de la historia. Guede absorbió conocimientos de cada momento, de cada corrección, de cada detalle, y los puso en práctica en este Chicago. Por algo le dicen el Barsa de la B...
Pero las ideas no bastan para que se produzca una revolución. Se necesita de hombres dispuestos a ir contra viento y marea hasta las últimas consecuencias con tal de viralizar un pensamiento, una forma, un estilo. Y Guede se encontró con un ejército en Mataderos. Uno comandado por Christian Gustavo Gómez.
El 10 de Chicago es un mito viviente. A los 39 años sigue endulzando corazones con su fútbol, ese que empezó a desplegar allá por mayo del '92 con esta misma camiseta. Fueron tres ciclos, todos exitosos: en el primero, cuando todavía era un gurrumín, deslumbró a los clubes de Primera con su magia; en el segundo, cuando pegó la vuelta por primera vez, fue parte fundamental del plantel que llevó a Mataderos a la A (2001); y en el tercero le dio dos ascensos a la B Nacional, el primero venciendo a Chacarita en la Promoción (2012) y éste último siendo campeón de la B Metro.
Gomito fue el abanderado, el estandarte, pero no el único artífice de esta epopeya gestada desde la humildad y el compromiso. Compromiso que Guede les exigió desde el día que asumió y que quedó a flor de piel en la 34ª fecha, cuando el mundo de fútbol, anonadado por este Chicago, se enteraba de que esos mismos jugadores que daban cátedra en la cancha no tenían un peso en el banco. La deuda por entonces era de cinco meses. "Tratamos de no pensar en eso", decía Farías, con la voz quebrada, luego del encuentro en el que vencían 2-0 a Villa Dálmine en Mataderos. La leyenda que llevan estampadas las remeras que habitualmente usa el plantel en los entrenamientos ayuda a comprender lo instaurada que está la mentalidad de Guede en este equipo: "No vinimos a ganar un campeonato, vinimos a hacer historia".
Historia que, como toda, empezó con una pálida. Fue en el día del debut de Guede en el banco, en Ezeiza, ante Tristán Suárez. Chicago había salido al campo de juego con el mismo esquema que solía utilizar Finarolli y que tenía a Gomito como enganche. La derrota significó el fin de una etapa: era tiempo de cambiar. Era el tiempo de Guede.
Enamorado de la pelota, el por entonces flamante entrenador dispuso un dibujo táctico que le diera mayor tenencia. Una semana alcanzó para que la propuesta de Guede se viera reflejada en la cancha: fue triunfo contra Colegiales en Mataderos y posterior victoria ante Comunicaciones en Agronomía, resultados que convencieron a la dirigencia de que había que confirmarlo en el puesto. Ese acierto valió el campeonato.
A partir de la llegada de Guede el fútbol de Mataderos creció inconmensurablemente. Aparecieron los pibes del club: los Melo, los Barbona, los Baldunciel, los Fattori. Scifo dejó de ser un volante del montón para transformarse en lo más parecido a un lateral brasileño, Farías mutó de ser humano a pulpo y Gomito... Gomito siguió siendo Gomito. La obra maestra de este Chicago probablemente se haya visto en la 31ª fecha, ante su gente, cuando le dio un baile de aquellos al equipo con mayor presupuesto de la categoría, el Platense del Gallego Méndez (3-1). Pero también hubo puntos altos en Villa Crespo contra Atlanta (2-1), en el clásico contra Morón (1-0) y en el partido que, sin ninguna duda, marcó para qué estaba el equipo: el 3-2 a Los Andes en Mataderos.
Chicago es campeón porque a lo largo del torneo demostró ser el mejor de la B Metro y uno de los mejores del Ascenso. Y lo hizo porque Guede logró convencer al plantel de que se puede jugar a la pelota sin importar de qué categoría se trate. De que un tropiezo no es caída y de que siempre, pero siempre, hay que respetar el estilo. Por eso festeja Mataderos. Por eso regresa a la B Nacional. Y por eso, quién le dice, en seis meses vuelva a ser de Primera.
OLÉ
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