El misionero llegó al pico de su carrera cuando fue al Mundial de Brasil, aunque su vida está ligada al deporte desde mucho antes: fue atacante de varios clubes del interior, convirtió goles en el Argentino B y hasta integró una selección provincial de básquet.
El destino cada tanto tiene sus caprichos. Su voluntad inquebrantable puede torcer cualquier decisión y trazar caminos a su gusto. Y eso lo sabe Néstor Pitana, el árbitro misionero que irrumpió hace algunos años en Primera y que llegó a ir al Mundial de Brasil. Sin embargo, su historia con el deporte tiene raíces más profundas y alejadas del arbitraje. Debajo de ese hombre con silbato en la mano se esconde -entre otras cosas- un ex jugador de fútbol del ascenso.
En Corpus, un pequeño municipio de la provincia de Misiones, el joven Pitana comenzó a los once años a entrenarse en las infantiles del equipo local, que participaba en la Primera B de la Liga Posadeña de fútbol. "En ese momento no tenía la altura que tengo ahora y era robusto, así que me mandaron a jugar de marcador de punta", recuerda el árbitro mientras charla con Clarín. Pocos años después, cuando tenía 16, hizo su debut, ya como delantero, en la Primera del Club 20 de Junio de Corpus, con el que logró el ascenso a Primera A de la liga.
El siguiente paso en su incipiente carrera futbolística lo dio en Tigre de Santo Pipó. Por aquel entonces, el equipo participaba en el Torneo del Interior, la última categoría del fútbol organizado por AFA para clubes no directamente afiliados. Cuando cumplió su segundo año en el club, se produjo una reestructuración en el ascenso y apareció el Torneo Argentino B, y Tigre comenzó a participar en esa divisional. "Me acuerdo de los viajes larguísimos que teníamos que hacer en ese torneo. Una vez fuimos hasta Cipolletti en micro. El viaje no terminaba más", rememora con cierta nostalgia.
Fiel a su posición de centrodelantero, Pitana se acostumbró a convertir goles, aunque admite que no fueron suficientes: "En un torneo de 19 fechas hacía diez u once goles. Debería haber hecho más. De ser así, seguramente hoy no sería arbitro", dice entre risas. El ex atacante jura que en su forma de jugar tenía "una mezcla de laChancha Mazzoni, Martín Palermo y Gabriel Batistuta". Pero bromea luego: "Lo único que tenía parecido al Bati eran los cordones de los botines".
Después de dejar el fútbol por los estudios, Pitana optó por volver a jugar el Argentino B, pero esta vez con la camiseta de Guaraní Antonio Franco. Tras una nueva temporada en el ascenso, decidió que era hora de terminar su profesorado de Educación Física y se mudó a la ciudad de Corrientes. Allí, mientras estudiaba, se encontró con un profe amigo que le propuso jugar para Textil Mandiyú. La tentación pudo más y se volvió a poner los cortos. En ese torneo enfrentó a clubes de peso en el interior como Chaco For Ever, Sarmiento de Resistencia, Sol de América de Formosa y Gimnasia de Entre Ríos. Y esa fue su última experiencia como jugador de fútbol: "Me prometí a mí mismo que no me iba a quedar en Textil para otro torneo. Terminé el profesorado y no jugué más".
Pese a colgar los botines cuando ya tenía 27 años, el fútbol se volvió a cruzar en su camino al poco tiempo: "Después de dejar Textil Mandiyú, un amigo me insistió para que me metiera en el arbitraje. Así que fui a la Liga Correntina y renuncié como jugador para poder ser árbitro. Y a partir de eso, tuve que esperar dos años para tener la habilitación para dirigir".
El resto es historia conocida: Pitana comenzó a dirigir partidos en el Torneo del Interior, Argentino B y Argentino A, y luego pegó el salto a Primera División. Hoy, con 41 años y muy lejos de aquel jugador que conoció los tortuosos caminos del fútbol de ascenso, confiesa que cada tanto le tiran las ganas de volver: "El otro día fui cuarto árbitro en Independiente-Racing y me agarraron ganas de entrar, porque la cancha estaba muy linda. Cuando estás adentro, te metés mucho en el partido y no te das cuenta del marco. Desde afuera es otra cosa". Y agrega: "Todavía sigo jugando al fútbol. Los martes y los jueves juego con ex futbolistas, algunos que estuvieron en el Nacional B y en la B Metropolitana".
Con los botines o con el silbato, el fútbol siempre fue lo suyo. "La experiencia que tuve adentro de la cancha me sirvió después en el referato. Puedo saber cómo piensa un futbolista y tengo otra visión a la hora de los roces o cuando se tiran para simular. Me ayudó mucho lo que viví, aunque no es determinante". Aquel joven misionero que estudió educación física y que militó en clubes del ascenso más remoto, se consagró años después como árbitro mundialista en la Copa del Mundo de Brasil. La vida y el deporte no saben de imposibles.
Su incursión en el básquet y el día que marcó al Torito Palladino
Después de su primera experiencia en el Argentino B, cuando jugaba para Tigre de Santo Pipó, se alejó del fútbol y decidió probar con otro deporte: el básquet. Por aquel entonces, se disputó un torneo de juveniles Sub18 en Gualeguaychú, y la provincia de Misiones presentó su seleccionado. Pitana, por supuesto, integraba ese equipo.
"Por cuestiones de estudio dejé de jugar al fútbol y terminé en el básquet. Fuimos a jugar un torneo juvenil interprovincial. Me acuerdo que enfrentamos a la Selección de Entre Ríos y me tocó marcar al ToritoPalladino. ¡Imaginate la diferencia de técnica que había entre nosotros dos!", recuerda, mientras suelta una carcajada.
Fuente: Clarín
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