En su Cambá Porá de Caá Catí, el hoy integrante de la selección lejos estaba de soñar con este presente. La pelota era un entretenimiento para los chicos del pueblo. De allí fue a La Plata y luego a Avellaneda, desde donde pegó el gran salto para llegar a Rusia.
Maximiliano Meza, el chico correntino que no hizo inferiores, sólo jugaba por diversión, hoy es uno de los 23 elegidos por Jorge Sampaoli para integrar el seleccionado argentino que jugará el Mundial de Rusia.
Debutó en Primera división en la histórica derrota frente a España, pero pese a ello convenció y Sampaoli lo llevará a Rusia. Surgió de un humilde club de Nuestra Señora de Caá Catí, un pueblo de 7.000 habitantes, donde jugó con su papá y el ex-River Daniel Alberto “Keko” Villalva. Casi sin inferiores, llegó a Gimnasia y Esgrima de La Plata para luego transformarse en una pieza fundamental del Independiente campeón de la Copa Sudamericana.
Caá Catí, es la cuna de Maximiliano Meza, el hoy jugador de Independiente nacido el 15 de diciembre de 1992 y con una vida digna de grandes anécdotas relacionadas al fútbol, ese deporte al que llegó casi por casualidad y que hoy le ha dado su mayor alegría: es uno de los 23 de la lista de Argentina para el Mundial de Rusia 2018.
Durante su estadía en Corrientes, Meza jugaba a la pelota por diversión. No se le pasaba por la cabeza todo ese derrotero de probarse en un club, en otro, y en otro más, en busca de que alguien le abriera la puerta. Asistía, sí, a un club de barrio, Cambá Porá, que se define en sus redes sociales como el club más ganador y con más historia de Caá Catí.
De allí brotó Daniel Villalva, aquel delantero de contextura pequeña, habilidoso, que debutó en la Primera de River con 16 años. De allí también es Eduardo Meza, “Mezita”, un histórico del equipo, maestro rural y papá de Maxi, quien le trasladó algo de toda esa pasión que el fútbol inyectaba en sus venas.
Meza era el enlace de la categoría 92 de ese equipo, Villalva, el delantero. La dupla conquistaba hasta al más desatento ojeador. “Keko” emigró a River pero Maxi decidió quedarse hasta que un día su vida se cruzó con la del “Indio” Ortiz, aquel que tuviera un paso como técnico de Boca Unidos, y cuando lo descubrió, coordinaba las divisiones menores de Gimnasia y rápidamente se lo llevó a La Plata para someterlo a una prueba.
Debutó en Primera división en la histórica derrota frente a España, pero pese a ello convenció y Sampaoli lo llevará a Rusia. Surgió de un humilde club de Nuestra Señora de Caá Catí, un pueblo de 7.000 habitantes, donde jugó con su papá y el ex-River Daniel Alberto “Keko” Villalva. Casi sin inferiores, llegó a Gimnasia y Esgrima de La Plata para luego transformarse en una pieza fundamental del Independiente campeón de la Copa Sudamericana.
Caá Catí, es la cuna de Maximiliano Meza, el hoy jugador de Independiente nacido el 15 de diciembre de 1992 y con una vida digna de grandes anécdotas relacionadas al fútbol, ese deporte al que llegó casi por casualidad y que hoy le ha dado su mayor alegría: es uno de los 23 de la lista de Argentina para el Mundial de Rusia 2018.
Durante su estadía en Corrientes, Meza jugaba a la pelota por diversión. No se le pasaba por la cabeza todo ese derrotero de probarse en un club, en otro, y en otro más, en busca de que alguien le abriera la puerta. Asistía, sí, a un club de barrio, Cambá Porá, que se define en sus redes sociales como el club más ganador y con más historia de Caá Catí.
De allí brotó Daniel Villalva, aquel delantero de contextura pequeña, habilidoso, que debutó en la Primera de River con 16 años. De allí también es Eduardo Meza, “Mezita”, un histórico del equipo, maestro rural y papá de Maxi, quien le trasladó algo de toda esa pasión que el fútbol inyectaba en sus venas.
Meza era el enlace de la categoría 92 de ese equipo, Villalva, el delantero. La dupla conquistaba hasta al más desatento ojeador. “Keko” emigró a River pero Maxi decidió quedarse hasta que un día su vida se cruzó con la del “Indio” Ortiz, aquel que tuviera un paso como técnico de Boca Unidos, y cuando lo descubrió, coordinaba las divisiones menores de Gimnasia y rápidamente se lo llevó a La Plata para someterlo a una prueba.
“Es una excelente persona y un gran jugador, tiene mucha visión de juego y me alegra mucho que Troglio le dé la oportunidad que se merece”, dijo Ortiz, cuando en 2012 el ex-DT, excampeón del mundo con la selección argentina, lo hizo debutar en Primera división.
Sobre las condiciones de Maxi, Ortiz describió: “Él maneja las dos piernas, por ende, se lo puede utilizar como carrilero por izquierda y por derecha; también trabaja muy bien de delantero, es un jugador muy completo”.
Al “Lobo” platense arribó con edad de Quinta División y obtuvo un lugar en la pensión. Cuando fue convocado a la primera pretemporada, invirtió sus ahorros en botines nuevos, y cuando estaba por subir al micro, recibió un golpe inesperado. “Un día antes le dicen que no hay lugar. Quedó solo en la pensión, entrenando con los que no viajaron. Lloró una semana entera”, contó Lucy, la encargada de la pensión de Gimnasia.
“Le dije que se preparara que, cuando ellos volvieran, él tenía que estar a la par de los demás. Así fue”, completó la segunda mamá. Y Maxi aceptó el desafío. No se dejó ganar por la frustración. Poco después de aquello, debutó en Gimnasia, donde en poco tiempo mostró todo su talento y capacidad, tanto que rápidamente Independiente fue a su búsqueda.
Pero para llegar a Independiente, club que le pagó a Gimnasia dos millones de dólares por el 65% del pase, Meza debió hacer un curso acelerado de sacrificio, tal vez demasiado peso para posarse en el lomo de una promesa que no traía inferiores, además de ser el eje de un conflicto de intereses en una negociación que terminó con la renuncia del entonces técnico de Gimnasia, Gustavo Alfaro, tras el repudio que provocó en la dirigencia una declaración suya en la que señaló que el presidente del club Daniel Onofri no podría “caminar por La Plata” si vendía al correntino.
Su capacidad no tardó en emerger con la camiseta del “Rojo” y el ojo de Jorge Sampaoli se posó en él. Fue entonces que, a los 26 años, tuvo que bailar con la más fea: le tocó debutar con la selección mayor ante España, en la histórica derrota por 6-1. Fue, sin embargo, el único aprobado de la catástrofe. Ese rendimiento y, sobre todo, su regularidad en Independiente, le permitieron ganarle la pulseada a Ricardo Centurión y a Diego Perotti en la convocatoria de Jorge Sampaoli para el Mundial de Rusia.
El ojo del entrenador de la Selección se enfocó en el fútbol local y Meza se transformó en el batacazo de la preselección.
Hoy, aquel flaquito que jugaba a la pelota sólo para divertirse y que vio cómo su primera gran oportunidad en el fútbol se transformó rápidamente en frustración, fue convocado al Mundial. Hoy Caá Catí se recibe de grande de la mano de su embajador deportivo. Uno de los 23 que van al Mundial.
Sobre las condiciones de Maxi, Ortiz describió: “Él maneja las dos piernas, por ende, se lo puede utilizar como carrilero por izquierda y por derecha; también trabaja muy bien de delantero, es un jugador muy completo”.
Al “Lobo” platense arribó con edad de Quinta División y obtuvo un lugar en la pensión. Cuando fue convocado a la primera pretemporada, invirtió sus ahorros en botines nuevos, y cuando estaba por subir al micro, recibió un golpe inesperado. “Un día antes le dicen que no hay lugar. Quedó solo en la pensión, entrenando con los que no viajaron. Lloró una semana entera”, contó Lucy, la encargada de la pensión de Gimnasia.
“Le dije que se preparara que, cuando ellos volvieran, él tenía que estar a la par de los demás. Así fue”, completó la segunda mamá. Y Maxi aceptó el desafío. No se dejó ganar por la frustración. Poco después de aquello, debutó en Gimnasia, donde en poco tiempo mostró todo su talento y capacidad, tanto que rápidamente Independiente fue a su búsqueda.
Pero para llegar a Independiente, club que le pagó a Gimnasia dos millones de dólares por el 65% del pase, Meza debió hacer un curso acelerado de sacrificio, tal vez demasiado peso para posarse en el lomo de una promesa que no traía inferiores, además de ser el eje de un conflicto de intereses en una negociación que terminó con la renuncia del entonces técnico de Gimnasia, Gustavo Alfaro, tras el repudio que provocó en la dirigencia una declaración suya en la que señaló que el presidente del club Daniel Onofri no podría “caminar por La Plata” si vendía al correntino.
Su capacidad no tardó en emerger con la camiseta del “Rojo” y el ojo de Jorge Sampaoli se posó en él. Fue entonces que, a los 26 años, tuvo que bailar con la más fea: le tocó debutar con la selección mayor ante España, en la histórica derrota por 6-1. Fue, sin embargo, el único aprobado de la catástrofe. Ese rendimiento y, sobre todo, su regularidad en Independiente, le permitieron ganarle la pulseada a Ricardo Centurión y a Diego Perotti en la convocatoria de Jorge Sampaoli para el Mundial de Rusia.
El ojo del entrenador de la Selección se enfocó en el fútbol local y Meza se transformó en el batacazo de la preselección.
Hoy, aquel flaquito que jugaba a la pelota sólo para divertirse y que vio cómo su primera gran oportunidad en el fútbol se transformó rápidamente en frustración, fue convocado al Mundial. Hoy Caá Catí se recibe de grande de la mano de su embajador deportivo. Uno de los 23 que van al Mundial.
DIARIO EPOCA
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